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martes, 5 de agosto de 2025

FAMILIAS GUARANÍES COSECHAN SALUD Y AUTONOMÍA CON SUS HUERTOS

Del 21 al 25 de julio, el técnico agrónomo Remigio Romero Guayupari, de Formación Solidaria (Formasol), recorrió varias comunidades guaraníes de la Capitanía Gran Kaipependi Karovaicho para ver de cerca cómo van creciendo los huertos familiares y escolares que se vienen implementando. Esta actividad forma parte del proyecto “Fortalecimiento de capacidades en producción agroecológica y comercialización, para el desarrollo de las familias de la entidad territorial Kereimba Iyaambae”, con el apoyo de MISEREOR.

Durante su recorrido, Don Remigio comprobó que los huertos están dando buenos frutos. “Se nota el cambio en las comunidades donde se está trabajando. Es muy bonito ver los avances. Este año ya se han cosechado verduras en varias comunidades, tanto en los huertos familiares como en los huertos escolares”, compartió con entusiasmo.

Y es que los resultados ya se sienten. En la comunidad de Kapiakuandi, las mujeres cuentan que tener acceso a verduras frescas ha mejorado mucho su alimentación y también su economía. Ahora no solo gastan menos, sino que además venden lo que les sobran.

Doña Gladis Onco Cuéllar, de la Comunidad Kapiakuandi, nos contó con alegría: “Mi primera cosecha de zanahorias y repollos fue buenísima. Ya no tengo que ir a Charagua Iyambae a comprar verduras, porque ahora las tengo en casa, sanitas y recién sacadas de la tierra.”

También, en esa comunidad, Doña Julia Robles Vaca está feliz con su huertito: “Desde que tengo mi huertito, ya no gasto en verduras. Mi familia come mejor, sin químicos, y hasta gano un dinerito vendiendo con lo que nos sobra. Estoy muy contenta con todo lo que he aprendido.”

En Ivamirapinta, Jenni Zabalaga, se estrenó como productora y lo hizo con muchas ganas: “Es la primera vez que siembro verduras, y lo hago con mucha ilusión. Nunca pensé que yo misma podía cosechar tanto. Ahora hasta intercambio parte de mi cosecha por arroz u otros alimentos. Eso me ayuda a mejorar la alimentación de mi familia sin gastar de más.”

Lo que más le emociona es ver a sus hijos comiendo verduras frescas y sanas. Mientras muestra con orgullo sus tomates, zanahorias y cebollas, dice segura que la próxima cosecha será aún mejor. Y agradece a Formasol por todo lo aprendido, ya que ha cambiado su forma de ver la vida en el campo.

En Rancho Nuevo, don Mariano Ararigua recuerda cómo antes sembraban solo maíz, frejol, joco y yuca. “No sabíamos que se podía cultivar tanta variedad. Ahora, con el apoyo de Formasol y nuestros mburuvichas, tenemos huertos en casa comemos lo que sembramos.”

Don Mariano también vende un poco de su producción, y dice que ahora solo necesita comprar arroz y azúcar. Todo lo demás, lo saca de su huerto. Para él, esto no es solo ahorro, es también orgullo.

Doña Nanci Segundo, de Ivamirapinta, lleva dos años sembrando verduras y está feliz con los resultados. Antes, solo se dedicaba a los quehaceres del hogar y no conocía mucho de estos cultivos. “Ahora cuido mi huerto con cariño, es mi distracción y mi forma de alimentar mejor a mi familia. Antes, solo comíamos cebolla y papa, ahora siempre hay algo cosechado del huerto en el almuerzo”. También valora mucho el acompañamiento de Formasol: “No solo nos enseñan, también nos animan a seguir adelante.”

Todos estos testimonios muestran que cuando las comunidades tienen las herramientas y el acompañamiento necesario, sus vidas cambian. Comen mejor, gastan menos, generan ingresos y, sobre todo, las mujeres se fortalecen y se convierten en protagonistas del desarrollo local.

Marcial Venancio Guillermo, Responsable de Producción de la Capitanía Gran Kaipependi Karovaicho, también reconoce los avances: “Gracias a Formasol, muchas familias lograron una buena cosecha este año. En las comunidades donde se produce, ya se están alimentando con lo que cosechan, y eso ayuda muchísimo.”

Sin embargo, también habló de los desafíos. “La sequía sigue afectando. En algunas comunidades hay atajados para regar, pero en otras como Kapirenda no hay fuentes de agua. La que llega en cisterna apenas alcanza para tomar, y eso limita mucho el trabajo en los huertos. Las ganas están, pero sin agua es difícil.”

Antes de despedirse, hizo un pedido: “Ojalá el proyecto pueda llegar a más comunidades guaraníes. Los resultados están a la vista, y muchas familias necesitan este apoyo, más aún en estos tiempos tan duros que vive el país”.

Desde Formación Solidaria, estamos convencidos de que producir verduras y hortalizas en huertos familiares y escolares es sembrar salud, autonomía y futuro. Esta práctica no solo mejora la alimentación de las familias, sino que fortalece sus saberes, su vínculo con la tierra y su capacidad de decidir sobre su propia vida. Seguiremos acompañando estos procesos, porque cada semilla cultivada es una apuesta por la vida digna y el buen vivir.










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